Tiffossi

Dicho de aquellos energúmenos que, con la excusa del futbol, se dedican a pelearse y demostrar lo burros que son. En Italia claro.

El otro dia de una pelea salió uno muerto por disparo de policia. En febrero, el cadáver fue de otro madero y la culpa de los imbéciles que le lanzaron piedras. Sucesos violentos en el calcio (traducible como patadón) los hay cada fin de semana. Marco, el impresentable compañero de piso que tenía en Roma, me contaba orgulloso anécdotas de locura tiffossa. Fanfarroneaba de las peleas y los escándalos que se montan en nombre del futbol y en ocasiones de las supuestas filiaciones políticas de los colores. Él no pisa un campo de futbol porque bastante ocupado está fumando mierda y liquidando las pocas neuronas que le quedan. Otros sustituyen las banderas por bengalas y los cánticos de ánimo por insultos. La mayoría de aficiones de equipos italianos están enemistadas con otras cinco o seis por motivos tipo "el tio de tu abuelo le robó un cerdo a la hermana de mi bisabuela" o parecidos, lo que conlleva inumerables pintadas por las ciudades, enfrentamientos verbales y, lo que es peor, peleas de gallos cada vez que hay partido.

Todo en el futbol italiano es exageación. La corrupción es a gran escala, los amaños son de ligas enteras, las figuras (Maldini, Del Piero, Totti) son dioses y los errores se convierten en estupidez. Si lo que reina es el absurdo, no es de extrañar que los paletos, la mal llamada afición, confundan pasión con violencia. Por eso los campos de futbol italianos están vacíos. No tiene nada que ver con lo penoso de los partidos. En Escocia los campos están llenos. O en buena parte de Alemania. En Italia hay equipos con una nómina de figuras impresionante. Y sin embargo los campos estan vacíos. La clave está en el miedo. Los estadios son zona de guerra, y eso lo piensan tres cuartas partes de la población. ¿Qué van a pensar si hace dos años unos descerebrados colaron una moto en y la tiraron grada abajo?

Cuando compras una entrada te piden el documento de identidad. Las cámaras de seguridad inundan las gradas. Antes de entrar te cachean unas tres veces. He oído en uno de estos cacheos a un tiffosso preguntar con la chulesca ironía italiana si creen que era Bin Laden, y minutos más tarde he contado veinte bengalas en la grada. El fin de semana le explotó una bengala en la mano a un miembro de seguridad de un pavellón israelí. Se ha quedado sin dedos. Pero la gente sigue jugando con bengalas y preguntando tonterías a quién intenta que solo haya futbol.

Ésta chusma es un cáncer y hacen lo que quieren. El ejemplo de Bérgamo es habitual. La hinchada del Atalanta, una de las más racistas del campeonato, no quería jugar, se supone que como medida solidaria contra los otros fascistas laziales. No eran ni medio centenar y dijeron que si seguía el partido entrarian al campo. Esto es extorsión. Pero cedieron. Árbitro, jugadores y prefecto. Pero es que el año pasado fueron tres los energúmenos chantagistas y también se paró un partido.

La culpa del incidente en la estación de servicio fue directamente del policia que entendió por disparo al aire un tiro a ras de suelo. Clarísimamente. Pero eso no quita lo absurdo de las peleas. Lo burro de esta manera de vivir el deporte. A golpes. Y si tratas con animales, se entienden las medidas del gobierno: prohibidas las expediciones de tiffossi en masa. Vetar la libre circulación de las personas, que no es moco de pavo. Pero seguro que habrá más. Por otro lado, si reaccionas a tiros contra una pelea y te cargas a uno, es normal que el resto de la manada (y de la selva, porque a los laziales se les unieron los romanistas, enemigos a matar) te queme la ciudad.

Burros, burros todos.