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miércoles, 6 de agosto de 2008

Costa vizcaína

Las mejores vacaciones de verano suelen ser aquellas improvisadas. Puede que sea porqué dan un margen menor a la ilusión y a la expectativa previas. Quizá sea la excitación de ir sin paracaídas ni plan alternativo, a lo que sople el aire y a lo que salga.

Vacaciones tras vacaciones voy encontrándome este tipo de planes o no-planes con lo que uno está acostumbrado a ir construyendo su verano sobre la marcha, a llenar huecos en el calendario. Esta vez puede que la idea saliera en una conversación por teléfono, no lo recuerdo. Haizea y yo ya teniamos pactados unos dias en Cadaqués a finales de mes y el destino quiso que los calendarios fueran coincidentemente vacíos estos días pasados, así que surgió lo de ir a la costa occidental de Euskadi. El verde chocando salvajemente contra las olas del Cantábrico suena bien se mire por dónde se mire.

De Donosti llegamos en autobús a Bilbao, muy cerca de San Mamés, francamente decepcionante por fuera, sin carácter ni señales que hicieran sospechar lo que significa para los leones. Supongo que es lo que debe ser: un recinto de apariencia industrial, tosco, que sólo se convierte en campo de futbol una vez se ven los jugadores mientras uno se codea al lado de la hinchada.

Teniamos el hostal en pleno centro del Casco Viejo, lo que tambien nos hizo pensar que eramos afortunados por encontrarnos en pleno meollo de la conocida animación bilbaíina. otro prejuicio fallido. Siendo primeros de agosto, la ciudad estaba desierta. Y desierta, en Bilbao, significa desierta: persianas corridas, pocos comercios y bares abiertos y cada uno de los seres hhumanos que se paseaban con una cámara de fotos en las manos. O sea, nada de autóctonos, solo turisteo, y poco.

Por lo demás Bilbao me gustó, tiene su punto, que supongo será exponencialmente mayor cuando está lleno de gente. La ría es preciosa y el Guggenheim se identifica muy bien con el aroma industrial que desprende la ciudad. Un notable.

De Bilbao salimos en bus hacia Bermeo, un pueblo pescador con encanto pero sin playa. Desde ese pueblo debiamos ir hacia Mundaka, al este, y San Juan de Gaztelugache, al oeste, así que partimos el día. Primero andamos hasta Mundaka, una meca de surfistas porque tiene la mejor ola de izquierdas del mundo. La playa de Mundaka nace de una ría que peta contra el mar, creando una playa totalmente partida cuando tiene marea baja. Por la tarde, cuando volvimos a pasar en tren por allí resultó que con la marea alta Mundaka deja de tener playa, consiguiendo un efecto impresionante.




Otra vez en Bermeo, comimos arroz negro y una parrillada de pescado y tiramos hasta San Juan (foto), una hermita en lo alto de un islota unido a tierra firme. El autocar nos dejaba lejos, así que cargados con las mochilas el descenso hasta el puente se nos hizo largo aunque echamos unas risas. Despues vinieron los 231 escalones, que petan a cualquiera. El espectáculo de arriba, sin embargo, merece esos y otros tantos más. Te encuentras rodeado de agua que peta contra los acantilados que tienes enfrente, todo verde y unas vistas brutales. De lo mejor que vimos, para mi.

Cansados, hicimos dedo hasta la estación y de allí hasta el puerto de Bermeo. El segundo día debía terminar en Gernika. Tuvimos suerte mientras esperábamos el autobús en la plaza mayor, porqué nos encontramos un mercadillo donde pudimos comprar queso, pan y tartas artesanas, que horas despues comeríamos delante del árbol de Gernika, símbolo de las tradiciones vascas amén de francamente decepcionante. Hoy es un tronco enfermo y sin hojas, mal ubicado y sin ningún tipo de grandeza.

La mañana siguiente tocaba día de playa en Lekeitio, casi tocando Gipuzkoa. Tiene un aire a Mundaka porque también pasa una ría, aunque más baja. La zona de arena, sin embargo, es brutalmente grande, tanto como tres playas de Barcelona o más, aunque con muchos recortes en la orilla. Verdaderamente es un paisaje que nunca antes había visto.

La vuelta fue liada a más no poder. era lo único que no planeamos, supusimos que habría contacto directo con Donosti y resultó que había autocares solo en dirección Bilbao. preguntando a amabilísimos autóctonos nos propusieron infinitas soluciones: Amorebieta, volver a Bilbao, Ermua, Ondarroa, Markina... Finalmente, y después de 3 autocares y un tren, llegamos a Zarautz, dónde nos esperaban Amaya, Oli, Angela (embarazada!) y Telmo para compartir unos pintxos y txacolíes.

El viaje terminaba en Amara, dónde casi me quedo sin poder volver a Barcelona, por aquello de darle el toque de miedo final. Un viaje que tiene que preceder muchos otros y en el que, a pesar de ser a un sitio fabuloso, lo mejor fue la compañía.

3 comentarios:

Carlos dijo...

Per fiiiii tornem a Barcelona!!!!! Aquesta nit festes de Gràcia! Pásalo!

Reno dijo...

esta molt gran Euskadi. Jo també vaig esta a San Juan de Gaxteloahce (que fer-ho en cotxe es tota un experiencia) i Bilbao, que em va agrada molt per l'aire melancolic que desprén

_HeLeNa_ dijo...

Ei Pau!!

Despres de molt de temps incomunicada torno a la civilització i acabo de veure el teu post de campaments! Uf!! Van ser mol guais, com casi tot el que esta relacionat amb grumets ;)

Aquest estiu jo també he estat al Pais Basc, vaig anar a un poble que es diu Arceniaga a Marcha i tmb hem estat a San Juan de Gaztelugache es xulisim!

En fin noiet, que ens veiem al Setembre.

Un peto mol gran i acaba de passar bones vacances (les poquetes que queden)