Los chinos que regentan bares en Barcelona reivindican su trabajo y el apoyo de sus familias frente a los prejuicios y las sospechas
PAU FARRÀS / Barcelona - Sonia es el prototipo de la empresaria china del Eixample. Tiene 32 años y hace más de nueve que vive aquí. A principios de agosto ella y su marido dejaron su puesto como camareros en el restaurante chino de sus padres y compraron un bar del Passeig de Sant Joan, el Tutto, gracias a un préstamo de las familias. Pagaron en metálico los 100.000 euros del traspaso y desde entonces es su negocio, al que dedican más de 15 horas diarias entre los dos al tiempo que crían a su hijo de tres años.
La historia se repite en cada vez más bares de Barcelona igual como hace dos décadas proliferaron los restaurantes chinos en todas las poblaciones grandes de Cataluña, a principios de siglo la calle Trafalgar se llenó de mayoristas asiáticos y, más tarde, empezaron a abrirse peluquerías y supermercados orientales. El caso es que los inmigrantes chinos suelen trabajar como autónomos o a cuenta de otros compatriotas en sus empresas. El motivo, según Lam Chuen Ping, de la Unión de Asociaciones Chinas en Barcelona, es su carácter emprendedor, mientras que, Sonia opina que diferencia de idiomas les dificulta encontrar trabajo. Quizá por eso muchos de ellos, como Sonia, optaron por españolizar su nombre.
La tendencia de adquirir bares o restaurantes se debe, por un lado, a la falta de recambio generacional en el oficio, y por otro, en las dificultades que existen en el mercado textil. Lo habitual es que las parejas recién casadas reciban como obsequio grandes sumas de dinero que, junto con sus ahorros, les servirán para crear sus nuevas empresas. “No hay mafia que nos dé el dinero, sólo la ayuda de la familia”, se queja Sonia. Fangi, llegada de Shangai hace diez años, tampoco ha oído hablar de ninguna organización por el estilo y cuenta que cuando abra su propio restaurante será con lo que habrá ahorrado en el bar chileno “Donde Jorge”, donde trabajan ella y otras dos chinas. Joaquín, de 40 años y también shangaiano, se indigna ante las leyendas urbanas que atañen a su colectivo y reivindica la capacidad de trabajo de los chinos enfrentándola a la de “los españoles”, que, según sus palabras, “trabajan poco y se preocupan más de descansar, fumar su cigarro e irse de vacaciones”.
Tal vez ese sea el secreto, que trabajan más. Ana y su marido, por ejemplo, regentan un bar de origen gallego en la calle Aragón desde hace cuatro años. Abren todos los días desde las siete de la mañana hasta la medianoche o incluso más si hay clientes, mientras que sus vecinos competidores bajan las persianas por la tarde y los fines de semana. Sonia y su marido también han duplicado las horas que hacían sus predecesores en el Tutto, lo mismo que el Bar Antón, en la calle Valencia, volvió a atraer clientela tal cual empezó a llevarlo una pareja china. Estos bares ponen cafés por las mañanas, ofrecen menús al mediodía, sirven cervezas por las tardes y echan el fútbol los fines de semana. Si además, como en el caso de Ana, logran llamar a los clientes por el nombre, el resultado son negocios que funcionan.
Otro asunto son las condiciones. Sonia dice que se toma un mes de vacaciones cada dos años. Tanto en su bar como en el Bar Antón se pueden ver camas o colchones en la cocina o los almacenes. Algunos vecinos se quejan de que los bares con propietarios chinos norecogen sus terrazas cuando marca la ley. Ana admite que su hijo, menor de 16 años, la ayuda a servir mesas. También es habitual que los menores, escolarizados en Barcelona, sepan leer y escribir en castellano mejor que sus padres, por lo que se ocupan de escribir los carteles con los menús, cuando no de estar un rato cobrando en la caja. Y cuando enferman, lo dice Joaquim Beltran, profesor de Estudios de Asia Oriental de la de la UAB, prefieren tratarse con medicina china tradicional o volver a su país, como cuando se jubilan. O sea, cuando dejan de trabajar.
1 comentario:
Ja era hora que algú desmentis laquantitat de basura que la gent tira a sobre dels immigrants treballadors. Bon reportatge el d'aquest tal Pau del Mundo.
A veure si el següent es com les families marroquines no viuen només de les ajudes per tenir fills o com la violencia de genere no només ocupa a les families latines.
Ánims gayer!!
Guifre Astruç Soldevilla
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