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martes, 25 de octubre de 2011

Una història d'injustícia agrària

Inspirat en aquesta notícia de compra de terres als camperols d'Àfrica, he cregut oportú recuperar una peça que vaig escriure des de Paraguai per al Periódico fa dos estius. Ens ho explica sempre que pot l'Esther Vivas (número u a les llistes de Revolta Global per Barcelona): la sobirania alimentària és clau per combatre la gana al món i les empreses transnacionals que compren terres als camperols per produir-hi aliments per l'exportació són el major crim en aquest sentit.

Passa al centre d'Àfrica, a la banya del norest i a moltes regions d'Amèrica del Sud, com Paraguai, on l'Estat no te armes per defensar els seus pobladors de la invasió invisible d'empreses brasileres i argentines.

La mariposa que expulsa al pueblo

La mujer y la hija de Blas se fueron a Barcelona hace ya cuatro años pero él decidió quedarse en su estancia ganadera, donde ya llevaba cerca de cuarenta años. Pronto volverán a casa, ya sea porque han ganado suficiente dinero o porque echan de menos la tranquilidad de su país. Entretanto, Blas tiena ahora un problema. La empresa Parambí SA (mariposa, en guaraní) ha decidido comprar las tierras de su comunidad, donde han vivido y trabajado toda su vida tanto él como otras ocho famílias.

¿Cómo puede ser si las tierras son vuestras? Nos contesta Óscar, otro de los afectados: "En Paraguay todo es posible si tienes plata". Óscar y Blas tienen alguna posibilidad de conservar sus 44 hectáreas porque pueden costearse un abogado más o menos competente y gracias a una ley que ampara a quienes han ocupado tanto tiempo una parcela. Sin embargo, hay muchas otras famílias, 80.000 al año, que no tienen esa suerte y son expulsadas de sus tierras por las grandes empresas, mayoritariamente brasileñas.

Ese es uno de los grandes problemas de la frontera. "Es una invasión silenciosa", dice el comunicador Tomás García, "porque además de dejar sin trabajo a los paraguayos, lo producido no deja dinero en el país sino que se va a Brasil". Las leyes laxas, blandas con los poderosos, del Paraguay amparan la voracidad de los empresarios brasileños, que expulsan a las ciudades a los campesinos por un puñado de dólares. Una vez en la ciudad, esos campesinos sin alfabetizar están condenados a la miseria y a las calles, porque no hay indústria en la que ocuparlos. Mientras, esas tierras que les habían alimentado se unen en latifundios y se dedican a la soja, que no solo se exporta en su totalidad sin alimentar a los autóctonos sino que su cultivo requiere de pesticidas que envenenan las parcelas vecinas matando a su fauna y su vegetación.

Ese es el drama del pueblo, que ve cómo el país vecino, poderoso, les derrota sin que su Estado les ampare con leyes. Así el campo se llena de tractores y se vacía de campesinos para cultivar lo que interesa al capital, no a lapoblación.


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